Consejos para Humala y Keiko en el debate

Ganará el más hábil, como Jigoro, no el más fuerte.
Si bien en las siguientes líneas se tratarán temas muy susceptibles como si fueran simples elementos de márketing al servicio de las estrategias de comunicación, lo que apenas se pretende es brindar algunas luces sobre lo que tendrán en cuenta mañana domingo 29 de febrero de 2011, en el debate presidencial, los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta en el Perú, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, quienes esconderán debajo de la alfombra toda la mugre para mostrarnos mañana sus mejores caras… luego de haber tenido en cuenta lo que a continuación será expuesto.

El contexto

No solo se trata de tener la lucidez suficiente para, a partir de las características de cada contrincante, anticipar y elaborar estrategias. El contexto cultural es importantísimo. Este es un hecho que tendrá un gran peso en el debate. En relación a ello, así como Mario Vargas Llosa tenía en 1990 una seria desventaja de imagen frente a Alberto Fujimori por representar aquel, en el imaginario popular, a la clase dominante del Perú (la de ascendencia hispánica), del mismo modo Ollanta Humala parte con el obstáculo de estarse enfrentando a una mujer, a Keiko Fujimori.

Esto es porque, así como vivimos un sofocante y milenario patriarcado en Occidente, al mismo tiempo la mujer ha sabido crear mecanismos de defensa y de evasión que le ha permitido sobrellevar y, en algunos casos, aprovecharse de un contexto totalmente desfavorable como el machismo. En este caso, tanto la ‘enfermedad’ como la ‘cura’ son cuestionables, pero en sociedades muy opresoras estas vías o grietas liberadoras tienen algo de justificación mientras no se puedan cambiar las reglas de juego. Esto, si descartamos situaciones donde el empleo de la fuerza bruta sea un opción para amedrentar o, definitivamente, patear el tablero.

Es por ello que uno de los principales retos que tendrá Ollanta Humala es no ofrecerle a Keiko Fujimori la oportunidad para que ésta ‘llore’ ante cámaras. Si bien aquí ‘llorar’ es una metáfora que abarca desde algo físico como una voz que se quiebra hasta un discurso de víctima, en realidad, es un recurso que puede convertirse en literal y que la candidata de Fuerza 2011 estaría perfectamente ensayando en estos días. 

La lacrimógena estrategia, sin embargo, no podría ser ejecutada como una pataleta, pues haría quedar a la hija del ex presidente Alberto Fujimori como una desequilibrada mental (más allá de su descomunal complejo de Electra). Para poder llorar ‘bien’, Keiko deberá mostrar ‘firmeza’, ‘estoicidad’; unos ojos que miran con entereza a las cámaras a pesar de encontrarse brillosos y con una posible lágrima a punto de recorrer sus redondeadas facciones.

Infructuosamente, Hillary Clinton intentó usar esta táctica en las primarias demócratas contra Barak Obama, pero si no le funcionó es porque ella es de esas mujeres que uno sospecha que debe tener por ahí escondido un falo debajo de la falda. O sea, como Margaret Thatcher, que, desde los estándares que manejamos en Occidente, es en realidad un hombre. Esto, por cuestiones de identidad y de imaginarios, que pesan mucho más que los rasgos físicos; tanto étnicos como de género.

Para que quede claro, que Hillary, Margaret o Álvaro Uribe se pongan a llorar, es patético. No sirve. Que Zapatero, Kirchner o Keiko lloren (con dignidad, repetimos), mola.

Los principios de la lucha no tienen época.

Es por ello que Ollanta no podrá pulverizar a alguien tan aparentemente vulnerable como Keiko Fujimori (vulnerable por no tener plan de gobierno, la gente que la rodea y su confesa lealtad a su padre; que está preso por delitos de lesa humanidad). Volviendo a 1990, por esa misma razón, Mario Vargas Llosa, que en los debates casi siempre acostumbra a ser demoledoramente agresivo contra sus oponentes, decidió ser indulgente con quien en ese momento era llamado el ‘Chinito’. Mañana, Humala tendrá que hilar fino y ser tan sutil como el pétalo de una rosa. Tanto así, que tal vez ni alcance a acariciar a Keiko.

Dos consejos para Humala:
1.  Evitar la segunda persona del singular cuando pase lista al prontuario fujimorista y utilizar verbos pasivos e impersonales. El “tu papi” de Alejandro Toledo a Keiko Fujimori no funcionó en el debate de la primera vuelta, pues además fue utilizado para que ella dijera al final, con la voz casi quebrada (antecedente del posible lloriqueo de mañana), que ella era hija orgullosa de Alberto Fujimori y de Susana Higushi.

2.  “Encarnar”, convertirse en el Perú. Corporizar y somatizar a través de su discurso y gestos a ese país masoquista que goza siendo la perfecta víctima. Deberá utilizar el “nosotros” cuando pase revista a temas como crímenes de lesa humanidad y de robo sistemático de las arcas del Estado. Esto es más importante que unos dimes y diretes al estilo “Madre mía vs. La Cantuta”.

De esa forma, Humala podrá contrarrestar la desventaja de estarse enfrentando a alguien como Keiko Fujimori, que no dudará en victimizarse. Humala la tiene difícil para hacerse la víctima, pues, a pesar de representar étnicamente a una población segregada, él nunca se ha colocado en una posición débil por ello. Al contrario, se ha mostrado desafiante, retador y hasta con aires de superioridad; aterrando a mucha gente que ve amenazados sus privilegios.

Todo ello como herencia de su padre Isaac Humala (de quien Ollanta Humala prudentemente se ha distanciado en algo), cuya doctrina deja de ser simplemente reivindicativa hasta convertirse en demencial (por aquello de la supremacía de la raza cobriza).

Dos consejos para Keiko:
1.    El fundador del Judo, Jigoro Kano, se percató en una gran tormenta que los únicos árboles que solían mantenerse de pie eran aquellos que se doblegaban ante los vientos huracanados, para luego recobrar su posición original. Los árboles fuertes como los robles, sin ninguna capacidad de adaptación, eran generalmente rotos por la fuerza del viento y del agua. Teniendo en cuenta estas enseñanzas de los compatriotas de su padre, Keiko no debe defender lo indefendible sino darle la razón en todo a Humala. Que si robaron… "pues sí". Que Montesinos es malo… "uy sí, malísimo (y déjame que te cuente una anécdota al respecto)". Que si mataron… "y no sabes cuánto me duele en el alma, ¿eh?".
2.    Si bien Isaac Humala no ha gobernado el Perú, éste puede ser el perfecto ‘as bajo’ la manga de Keiko Fujimori por ser aquel el padre de Ollanta Humala. Como se sabe, planteamientos como el fusilamiento de homosexuales o invadir Chile con el pene (no es broma) son perfectos para llevar el debate presidencial de mañana a la histeria en caso sea necesario. Dependerá de si Ollanta le da pie para soltar ese arriesgado recurso.

El estudio previo a una contienda mejora las posibilidades.

Humala debe partir de un hecho: Keiko es más inteligente que él. Y no solo eso, pues tiene mucha más sangre fría que él, que ha sido un soldado con experiencias militares de alto riesgo. A todo esto, es destacable y deliciosa materia para los psicólogos indagar qué hechos en la vida de Keiko Fujimori la han curtido hasta convertirla en prácticamente una fortaleza militar.

Por su parte, Keiko también debe partir de un hecho: Humala tiene mística y ella no sabe cómo se come eso. La mística, ese conjunto de creencias (no de sentimientos, que eso viene después) que bien interiorizados son capaces de llevar a las personas y ejércitos más disminuidos a la victoria frente a oponentes muy superiores, no es poca cosa.

El parche
En caso mañana soportemos un soporífero debate, cabe precisar que, luego de hacer un análisis de sus debilidades y fortalezas, ambos candidatos hayan llegado a la conclusión de que es mejor no atacarse (tienen muchas más debilidades que fortalezas). Así que bien podemos mañana ver en gran parte del duelo a dos robots recitando frente a cámaras y sin formular ni responder preguntas entre ellos. Esto dependerá, sobre todo, de la iniciativa del candidato Humala.

Francisco Estrada (28 de mayo de 2011)

Transgénicos: de lo que menos se habla en el Perú

Death Kiss: cuando la ciencia se aleja de la ética.
En el 'Mundo García', donde Juan Pablo II fulmina a Bin Laden y “el Transformer es un drogado”, es lo mismo una caja de Corn Flakes que un costal de semillas transgénicas. Aquella asociación del presidente peruano no solo es muy fácil de refutar por lo evidente (su aspecto) sino porque los efectos sociales y económicos de ambos productos son totalmente distintos. Es por ello que solo el cinismo o la ignorancia podrían explicar que el presidente peruano, Alan García, dijera la semana pasada que “en el Perú hace tiempo consumimos transgénicos sin saberlo”, cuando se le preguntó cuál era su posición al respecto.

Lo cierto es que, con esta declaración, García no hace más que centrar, una vez más, el debate en el contexto urbano, despojando al mundo rural de participar en éste. Los campesinos, quienes son los principales afectados por los transgénicos (que podrían compararse perfectamente con el Sida, aunque en versión remasterizada por las fuertes dosis de premeditación, alevosía y codicia con que se aderazan), hace que sea repugnante toda iniciativa que busca su hegemonía en el planeta.

Antes de explicar el por qué de esta situación, conviene repasar cuáles son los reparos que más se mencionan en España y el Perú sobre este tema, para luego regresar a la ignorada problemática campesina.

España y Perú transgénicos
En España, la principal preocupación es el efecto en la salud de las personas. Si bien la OMS declaró en el año 2002 que “no se han demostrado riesgos para la salud humana en aquellos países en que están comercializados”, el hecho de que la afirmación no sea concluyente (“los transgénicos no ofrecen riesgos para la salud humana”) es suficiente para que, en el imaginario popular, el rechazo principal sea éste. Para los españoles preocupados en el tema, el “no se ha demostrado” es insuficiente y peligroso. No por algo, el principal lema en marchas y manifestaciones es “con nuestros hijos, no” (es decir, “no experimenten con nuestros hijos mientras no haya pruebas concluyentes”).


En el Perú, la principal preocupación es diferente. El chef Gastón Acurio, nuevo gurú del país andino, ha puesto sobre el tapete la ventaja estratégica que tiene el Perú como poseedor de microclimas y la gran biodiversidad que posee. Esta ventaja comparativa, que decididamente ha condicionado la gran riqueza gastronómica del país, preocupa a quien es el abanderado de la revolución culinaria en el otrora imperio incaico. Gastón, al igual que García, centra el debate en el consumo urbano final.

Sin embargo, a diferencia de García, estoy seguro de que Gastón sí sabe que los principales afectados son los campesinos, pero como él comprende que hablar de ellos a los pobladores urbanos del Perú es como hablarles de vicuñas o llamas (que se pueden perfectamente joder), es mejor poner sobre el tapete a la cocina peruana, algo que sí puede afectar los 'nobles' sentimientos de Lima y balnearios.

El verdadero problema con los transgénicos
En la práctica, en España está comprobado (y la misma OMS lo reconoce) que las semillas transgénicas se comportan como verdaderas plagas de langostas que contaminan rápidamente los cultivos ecológicos (los normales). La normativa española al respecto es curiosamente ineficiente, pues propone apenas unos metros de distancia mínima entre estos cultivos, cuando cualquiera sabe que una semilla puede viajar hasta decenas de kilómetros y cruzar mares. A todo esto, cabe precisar que Monsanto tiene una especie de KGB: la muy popular “policía semillera”, que persigue y demanda a los agricultores cuyos cultivos hayan resultado infectados por transgénicos… ¡asumiendo que han robado la semilla!

Pero pasemos al punto más maligno del asunto, que está relacionado con lo anterior. Las semillas transgénicas tienen una patente. Es decir que los campesinos están obligados a pagar por esa semilla cada vez que quieran cultivar. Como se sabe, el campesino, durante miles de años de humanidad agrícola, siempre ha sido, al menos, dueño de sus semillas. Solo en casos de hambrunas o catástrofes éste debe recurrir a ellas para alimentarse y no sembrarlas, con lo cual queda obligado a comprarlas nuevamente. Sin embargo, con los transgénicos, los campesinos que, paradojas de la humanidad, cuentan con los más altos niveles de desnutrición, son expuestos a una vuelta de tuerca más, a una forma más de usufructuación (como si el limón ya no estuviese lo suficientemente seco y exprimido).

Los costos para la producción del campesino no solo se incrementan con la compra de la semilla transgénica sino que, además, cada año hay que volver a preparar la tierra con los químicos que también vende la empresa transgénica. Y si el campesino al final se da cuenta de que los transgénicos no son un buen negocio, pues éste ya ha contaminado su tierra y no podrá volver a cultivar en ella normalmente de aquí a varios ciclos solares, como si de una contaminación radioactiva se tratase.

Marilyn Munster, la contundencia de lo natural...
Tanta codicia por parte de los laboratorios transgénicos solo es comprable al hipotético caso de un laboratorio al que se le ocurriera propagar un virus para después, mediante argucias legales, ser solo ellos quienes posean la cura. Es por ello que la batalla contra los transgénicos no es la de la modernidad vs. el arcaísmo, progreso vs. atraso o ciencia vs. oscurantismo. Y aun así, en el caso de entrar en dichos dilemas, nos acercamos más bien al debate ético magistralmente planteado en la literatura por Mary Shelley en su obra Frankestein o el moderno Prometeo.

Temas como pretender rivalizar con Dios o la moral científica, entre otros, son abordados en esos primeros años del siglo XIX ante las maravillas que se podían augurar con el progresivo decaimiento de los mitos y de las supersticiones frente al método científico y su pretendido racionalismo. Pero quién iba a saber, entonces, que el futuro iba a ser más terrorífico que el planteado en esa novela gótica donde aparece el más famoso monstruo de la historia. Quién iba saber que la criatura del Dr. Frankestein, aparte de ser despiadada, iba a poseer una codicia que bien podría ser adjetivada como satánica, siguiendo los cánones de aquella época. ¡Quién iba a poder profetizar tanto horror!

Francisco Estrada (Barcelona, 23 de mayo de 2011)

Me fui de mani… de manicura

Cuando vuelva a haber marcha, así me prepararé.
No se trataba de una “esfera pública” de controversias, según la terminología del politólogo australiano John Keane, no. Era una fiestecita y punto. Según Keane, los espacios deliberativos son mecanismos que, en teoría, permitirían a los ciudadanos participar efectivamente en una democracia y ser parte de ella; tanto como es posible hacerlo ahora desde los poderes parlamentarios y ejecutivos.

Lo digo porque la 'batucada' de este domingo fue una de las tantas válvulas de escape que el poder ve con beneplácito. Algo así como un partido del Barça, pero infinitamente más cruel, pues mientras en el fútbol el objetivo explícito es transformar problemas y retos no existentes en situaciones trascendentales (y descansar un par de horas de tanta mierda), la manifestación de este 15 de mayo se presentaba como una forma de lucha contra las políticas económicas que hacen cargar todo el peso de la recuperación del sistema financiero europeo a los trabajadores de a pie.

A diferencia de la anterior 'mani' en la que participé en septiembre del año pasado, en esta no hubo actos de “violencia simbólica”, término popularizado por el filósofo y político colombiano Antanas Mockus. Ayer, aplaudimos, alzamos las manos, cantamos y poco faltó para agacharnos y volver a saltar… ¡como en el Carnaval de Sitges!

Si bien estoy en contra de los ejemplos usados por Mockus (echar agua en la cara a quienes participan en una ponencia con él), debo reconocer que gracias a ellos recuerdo el concepto. Tratando de aplicar esto de alguna manera, ¿cómo es que se podría sublimar la violencia para no hacer daño a otras personas? ¿Mojando policías? ¿Echando pintura en los bancos? ¿Saqueándolos?

No es políticamente correcto lo que voy a manifestar, pero si quisiera serlo, escribir no tendría ninguna gracia: si ayer se hubieran destruido y saqueado las sedes bancarias desde plaza Catalunya hasta el parque de la Ciutadella, los dueños de estas entidades no hubieran sufrido el más mínimo rasguño económico… pero el mensaje que les hubiera llegado habría sido lo suficientemente escalofriante como para bajarles la arrogancia y el desprecio con que actualmente tratan a los trabajadores que vivimos en España.

Pero claro, la violencia es mala… Y si no es así, por lo menos hay que pensar en la posibilidad de que después ésta sea echada en cara por el poder para deslegitimar las causas que se defienden. La opinión pública, por más miserable que se esté sintiendo, está educada para tener pavor al cambio. Es más, yo mismo, que veo con claridad la necesidad de un cambio, siento escalofríos al pensar en ello… Así que me imagino lo que deben sentir todos los amantes de la TV.

La violencia está justificada por la mayoría de las personas cuando de lo que se trata es de mantener el orden “natural” de las cosas o cuando se aplica a un criminal. También están las situaciones de “legítima defensa”, muy populares y admiradas. A todo esto, recuerdo la historia corroborada de un ex agente de seguridad alemán que vivía en un piso lujoso de Lima, en el distrito de Barranco. Él era un hombre maduro de más de 50 años. Maniataron y amordazaron a él y su pareja para robarles… La banda de delincuentes no se percató que, mientras robaban, el alemán se estaba soltando con un cuchillo de la cocina, el mismo cuchillo con el que después se avalanzó sobre ellos (tres, si mal no recuerdo) hasta desollarlos. Pregunta: ¿Alguien se escandalizó con el alemán?


No estoy pretendiendo justificar los degollamientos, pues ya he dicho que estoy en contra, inclusive, de echar agua en la cara a la gente. Mi intención es encontrar mecanismos y situaciones instauradas en nuestra cultura que justifiquen socialmente la violencia: como, por ejemplo, cuando se es primeramente agredido. Según el sociólogo noruego Johan Galtung, a quien se atribuye la paternidad del término “violencia estructural” hace más de 50 años, los regímenes agreden a las personas cuando las priva de sus necesidades básicas. En este caso, por la forma como los gobiernos y banqueros intentan salvar su sistema, está clara la vulneración; la violencia ejercida por estos grupos de poder que atentan contra derechos básicos y hasta el patrimonio (capital acumulado, propiedad privada, etc.).

Galtung pone como ejemplos de estructuras sociales que agreden a las personas el heterosexualismo, racismo, sexismo, etnocentrismo, elitismo… Para la actual situación, la estructura o institución social desde la cual se ejerce violencia estructural podríamos llamarle “bancarismo” (hasta que aparezca un científico social con más gusto semántico que el mío, utilizaré este término).

El psiquiatra estadounidense James Gilligan habla de los platos rotos que siempre son pagados por las clases dominadas de una sociedad, como síntomas de violencia estructural. En ese sentido, Galtung menciona que existen la “paz positiva” y la “paz negativa”. Esta última es la ausencia de violencia y nada más. Es decir, Libia antes de las revueltas. En cambio, una paz positiva es cuando los grupos en conflicto (en este caso, defendiendo sus intereses con motivo de la crisis) tienen relaciones de colaboración y de soporte en ambas direcciones. Como se sabe, en la coyuntura actual no vivimos una “paz positiva” en absoluto.

El escritor y economista José Luis Sampedro, con un nada disimulado escepticismo, dijo sobre la manifestación de este 15 de mayo “que toda batalla debía librarse (así se esté seguro de perderla)". Igual me ilusionó que el intelectual español de 97 años, desde su desilusión, recordara Mayo del 68 y animara a los que aún podíamos caminar sin dificultad, a expresar nuestra disconformidad.

Sin embargo, como me di cuenta de que no iba a "pasar nada", me fui de la 'mani' para ir al cumpleaños de una muy buena amiga que vive cerca de Via Laietana (por ello pude desviarme fácilmente a mitad de la marcha). En la reunión, alguien dijo que en Barcelona todo era una fiesta, que Hemingway se había equivocado de ciudad. Pues sí. Cuando salí del piso de mi amiga, me quedé mirando la pantalla gigante de una terraza en Paseo Sant Joan, desde donde se veía al Barça haciendo una ronda en el Camp Nou, celebrando una nueva Liga. Le hicieron un primer plano a Pep Guardiola y me cayó remal por unos minutos… hasta que reflexioné y me di cuenta de que, miles de euros mediante, él y yo somos apenas marionetas. Son otros los titiriteros.

Será tal vez que, para una próxima 'mani', se haga necesario el uso de mecanismos de fuerza, como los que tuvo que usar Gandhi (¿el término “mecanismo de fuerza” es más aceptable que el de “violencia simbólica”?). Recordemos la “Marcha de la Sal”, con la cual Mahatma tuvo que ponerse recio, pues sus huelgas de hambre y marchas pacíficas no estaban consiguiendo nada… ¿Qué nos tocaría hacer a nosotros, que no queremos pegarle a nadie? ¿Retirar, como decía el ex futbolista Eric Cantona, el año pasado, nuestros ahorros de los bancos? ¿Nos cagamos de miedo, no? Pues sí, los banqueros lo saben de sobra… Porque somos muy guays y comprometidos cuando se trata de bailar batucada. Vamos, cuando hay que irse de mani… de manicura.

París no, Barcelona es una fiesta.

Francisco Estrada (Barcelona, 16 de mayo de 2011).

Ya no te puedo ver

Y tampoco quiero...
No pude decir que “por fin”, a pesar de que estabas enfrente de mí desnuda y abriendo las piernas. Tu boca, pintada de un rosado intenso, de inquietante consonancia con las tonalidades de tu vulva (también fucsia y resplandeciente) contrastaba con tu piel bronceada. Ahora que podía verte así, fui consciente de que ni toda mi morbosidad tercermundista fue capaz de imaginar la majestuosidad de tu simetría ni aquellos trabajados músculos con los que impulsabas tu bicicleta por toda Barcelona.

...En bicicleta, así fue como nos conocimos. Yo aparcando en el Borne y tú también. Primero fui yo quien reparó en ti, aprovechando durante mucho tiempo que me ignoraras para poder seguir observándote. Me llamaba bastante la atención la broma que hacías contigo misma: raparte la cabeza para así ironizar con esa carita tan femenina. Y sé que tengo razón afirmando esto, pues si no es así, ¿qué haces con esos vestidos de niña con bordados de florecitas de colores y encajes blancos?

Volteaste a verme por primera vez cuando te diste cuenta de que también aparcábamos la bicicleta en Graçia, lo suficientemente lejos del Borne y con una pendiente entre ambos puntos como para tener en cuenta y llegar a la conclusión de que no solo éramos usuarios de las bicicletas… sino amantes de ellas.

Por fin me miraste. Ahí sí que pude decir “por fin”, porque íbamos poco a poco. El único problema es que, desde esa vez, ya no podía mirarte a mis anchas apretándome mentalmente los labios, pues la diferencia entre ser un depravado o no es dejarse o no pillar… Y tú ya podías pillarme.

Parecida a tu bici...
La primera sonrisa que intercambiamos fue en el bar donde trabajas. Te pedí una Voll-Damm. No fue la típica sonrisa de camarera a cliente sino aquella que interrumpe un gesto adusto y aburrido al reconocer a alguien. Íbamos bien, pensaba yo. Los encuentros seguían sucediéndose, sí, pero sin mayores pretensiones de ambas partes. Apenas un “hola” y un “adiós” en tu bar. Y es que aún éramos oficialmente desconocidos… situación que se fue prolongando sin que ninguno tomara la iniciativa, más la coyuntura del invierno que coincidió con mi etapa más consagrada al trabajo; así que dejamos de vernos.

Por eso te olvidé y, con la llegada de la primavera, apareció la necesidad de salir un poco más, retomar la vida social, ir a la playa también, echarse en la arena, no escuchar máquinas, sentir la brisa, los olores sin humo y verte llegar descalza con unos de esos vestidos, deteniéndote delante de mí y mirándome de reojo. Como si nada, ya estabas alzándote la falda; tapando tu torso como una cebollita. No tenías bragas.

Lentamente te ibas sentando y, en el aire, suspendida, ibas ya dejando tus pechos descubiertos. Cuando tus nalgas desnudas tocaron la arena, solo tenías la cabeza cubierta, y en el momento que tus ojos volvieron a aparecer, mis pulsaciones aún no se habían disparado porque yo no sabía qué estaba pasando. Se me ocurrió bajar los ojos y me tropecé con tus labios vaginales, cuya pequeña luminosidad (signo inequívoco de deliciosa humedad) comparé con el brillo fragmentando del sol en las olas de la playa de Sant Sebastiá.

Agarré tembloroso mi Coca-Cola y me atoré. Como excusa a aquella tos que se apoderó de mí hasta las lágrimas, dije que ya estaba viejito. Luego, pude calmarme un poco, echarte un último vistazo aprovechando que tenía el pelo largo cubriéndome la cara; fisgoneando entre mis cabellos. Me tiré en la arena y puse un pareo en los ojos, cual Ulises tratando de resistir a las sirenas.

Después de un par de semanas, creía que ya habías desaparecido, pero otra vez cruzaste esa plaza de Graçia donde aparcamos, impulsando con esos magníficos muslos dorados tu bicicleta y yo no pudiendo ver más de un segundo ese espectáculo… porque ahora siento vergüenza. Una vergüenza que sé no dejaré de tener, porque el fucsia más fucsia me invade y no puedo más que agachar la cabeza.

Francisco Estrada (Barcelona, 9 de mayo de 2011)

OsAMA salva a ObAMA

Bin Laden era una pieza más en el ajedrez político estadounidense.
Las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos serán el 6 de noviembre de 2012, donde, hasta el día de hoy, Barak Obama tenía todas las de perder. Ante la pregunta hecha por la encuestadora Gallup este 16 de abril de 2011, “¿Aprueba o desaprueba la gestión de Barak Obama como presidente?”, los resultados eran de 41% de apoyo y 48% de rechazo.

Estas eran cifras nada auspiciosas para el futuro candidato de los demócratas, pero muy apreciadas entre los republicanos, quienes a día de hoy tienen 14 precandidatos presidenciales; entre ellos, dos afroamericanos y un activista proderechos gay.  

Ahora, con la muerte de Osama Bin Laden, la estropeada popularidad del presidente estadounidense se disparará y dependerá de la habilidad de su equipo de publicistas para que esta se mantenga en alza hasta el próximo año. Al mismo tiempo, el manejo económico del actual Gobierno debe concretar algunos signos de recuperación a futuro, con los cuales poder llamar a la esperanza. Como se sabe, esperar que los estadounidenses perciban mejorías concretas antes de dos años es imposible, pero sí es factible suministrarles un poco de fe respaldada por signos aislados de recuperación.

La estrategia
Barak Obama, apenas dio su discurso hoy, a las 5 a.m. (hora de España), ha recalcado no solo que la operación de asalto a Bin Laden estaba “bajo su dirección” (voz gramatical casi pasiva, según la jerga de los políticos, que no es lo mismo a decir “dirigida por mí”) y que él dio la orden de ataque. Además, arengó a sus compatriotas diciendo que “Estados Unidos, tarde o temprano, siempre logra todo lo que se propone”.

En su discurso, Obama ha juntado dos elementos, uno en singular (para dejar claro quién es el líder) y otro en plural (para hacer partícipes y dar en la yema del orgullo a quienes lo sigan):

1. Yo, Barak Obama, maté a Osama Bin Laden.
2. Estados Unidos ("nosotros", los estadounidenses) logramos lo que nos nos proponemos (matar a Osama Bin Laden y muchas otras cosas más).

Bush, el padre político de Bin Laden.
Este es el inicio de una campaña publicitaria donde el mensaje principal será que el líder, Barak Obama, junto con sus heroicos seguidores, podrán salir de esta crisis económica… al igual que como fueron capaces de hacer “justicia” a miles de kilómetros de sus fronteras (oficiales).

Suspicacias
Llamaba mucho la atención que no se diera con el paradero de Osama Bin Laden teniendo en cuenta la tecnología estadounidense; de la que sabemos con certeza que es capaz de fotografiar y reconocer personas desde sus satélites. Con respecto a lo que pueda ser ciencia ficción (o no), como el supuesto avión-mosquito que puede tomar fotos (a estas alturas, cualquier cosa puede creerse), mejor dejarlo ahí, pero la demora que nunca ocurrió con otros personajes como Manuel Noriega o Saddam Hussein, ya era más que sospechosa.

Es por ello que, bajo un gobierno como el de George W. Bush, sustentado por el miedo, muchos analistas veían como necesaria la figura de un Osama Bin Laden, pues solo así podía justificarse, en el imaginario colectivo, es decir, desde la publicidad, la guerra en que se había metido Estados Unidos.

Con el anuncio de Barak Obama de acabar con la guerra en Irak (una de las razones por las cuales ganó la presidencia) y su caída en las encuestas, se hacía necesaria la aparición de un milagro… como la captura y muerte de Osama Bin Laden, el enemigo público número uno de la primera potencia mundial.

El efecto Osama puede durar. Con la captura en 1992 de Abimael Guzmán Reynoso, líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, el ex presidente peruano Alberto Fujimori aseguró su reelección en 1995. Para ello, fue fundamental que Fujimori se atribuyera la captura, a pesar de que la noticia le fue comunicada cuando él se encontraba pescando a cientos de kilómetros y que la labor del comando que lo capturó, el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), se distanciara mucho de la estrategia con la cual él y Vladimiro Montesinos pretendían luchar contra el terrorismo: los grupos urbanos paramilitares.

Salvando las distancias de todo tipo, Obama, al igual que Fujimori, ya golpeó primero: él dijo que capturó a Osama (así haya estado durmiendo con Michelle a pata tendida durante la operación). Toda la contracampaña que pueda hacérsele, llegará muy tarde. Así que, una vez más, todo indica que Osama definirá una presidencia en Estados Unidos. ¿Cuál será el próximo monigote que ocupará su lugar?

Francisco Estrada (Barcelona, 2 de mayo de 2012)