¿Es Pablo Iglesias el nuevo Ollanta Humala?

La "Gran Transformación" que prometió Ollanta Humala en el Perú fue más bien la que él mismo
experimentó: de revolucionario a eficiente cajero de los inversores más poderosos del Perú.
¿Se repetirá la historia en España con Pablo Iglesias?

Más allá de la burda comparación que se hace entre Pablo Iglesias y Hugo Chávez, y de la ya delirante comparación entre dos países como España y Venezuela, existe una similitud que se ajusta más al perfil del líder de Podemos: la del actual presidente peruano Ollanta Humala.

Ambos vienen de familias muy politizadas que les dejaron huellas en sus nombres de pila, y, en su momento, se declararon chavistas. Ambos, también, se iniciaron en la política con un respaldo electoral formado por los sectores más inconformes de sus sociedades.

Uno, logró ser presidente del Perú en su segundo intento despercudiéndose de su pasado chavista (que le hizo perder su primera elección). El otro, se apresta para su primera intentona presidencial en España con el estigma del chavismo.

Un poco de contexto obligatorio:

Cuando Ollanta Humala era militar en ejercicio en el año 2000, se declaró en rebeldía contra el entonces régimen cleptocrático de Alberto Fujimori. Acompañado de una docena de cabos mal armados y sin rancho, pretendía exigirle al presidente de la República que renuncie. ¿Fue ingenuidad o una elaborada táctica política para saltar a la fama en apenas un día? Para su muy mala suerte, esta gesta coincidió en hora y día con la fuga del país de Vladimiro Montesinos, el principal socio criminal de Fujimori. Como se sabe, tanto Montesinos como Fujimori tenían excelentes relaciones con Hugo Chávez. No por algo, el delincuente Montesinos escogió Venezuela para esconderse.

Y no fue después de múltiples desmentidos por parte del Gobierno Venezolano que finalmente tuvo que admitir que el criminal sí se encontraba en su país, porque un equipo especial de la Policía Peruana ya lo había ubicado y detenido en tierras venezolanas. ¡Hasta ya tenían el avión en tierras bolivarianas! Chávez, como buen ajedrecista que era, no denunció la violación del territorio por parte de la inteligencia peruana sino que anunció que estaba “entregando” a Montesinos. Valentín Paniagua, para ese entonces nuevo presidente del Perú, decidió no echar más leña al fuego y traer de vuelta al prófugo.

A los pocos meses, el aún entonces militar Humala empezó su carrera política con una prédica… ¡chavista! (recordemos que Humala inició su motín exactamente a la misma hora en que Montesinos se fugaba del país en un velero hacia Venezuela, donde lo protegerían). Eran tiempos en que el chavismo todavía no inspiraba emociones radicales. Era un gobierno prácticamente nuevo y había logrado echar del poder a una oligarquía corrupta venezolana. Se le tenía que dar, pues, el beneficio de la duda. Por si fuera poco, su líder era un gran comunicador. Y como ahora ya se sabe, esta duda o buenos auspicios se fueron torciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en la peor pesadilla de la historia venezolana.

La primera competición hacia la presidencia de Ollanta Humala fue en el año 2006, donde llegó a la segunda vuelta, pero la intervención de Hugo Chávez apoyándolo terminó destruyendo su candidatura y favoreciendo a la de Alan García, a la postre presidente del Perú. Para ese entonces, el régimen chavista ya empezaba a demostrar su verdadera cara y, dicho sea de paso, los bajos modales tropicales del comandante no pegaban con los bajos modales andinos. El repudio peruano fue, pues, conceptual y estético.

En 2011, Chávez dijo esto de Humala, desde la campaña del peruano
le dijeron al venezolano: "¿Por qué no te callas?"

Para las elecciones de 2011, la imagen de Chávez estaba mucho peor que hace cinco años, por lo cual Humala decidió alejarse de su sombra y cobijarse en la del brasileño Lula Da Silva. Luego del abrazo del oso que le propinara cinco años antes el líder venezolano a Humala, es más que seguro que el mismo político peruano le debe haber pedido que por favor no lo volviera a “ayudar”. Lo cierto es que gran parte del trabajo de comunicación que Humala debió implementar se basó en borrar cualquier rastro de su pasado chavista. Su equipo de campaña era muy brasileño, con la invencible dupla formada por Luis Favre y Valdemir Garreta (sobre todo el primero), del Partido de los Trabajadores de Brasil.

En la segunda vuelta, por una serie de rupturas dentro de la centro-derecha peruana, la hija de Fujimori, Keiko Fujimori (representante de la ultra-derecha), logró pasar a la segunda vuelta. El otro candidato que pasó fue Ollanta Humala, representante de la izquierda radical. Para que él pudiera ganar tuvo que obtener votos en el centro y la centro-derecha, firmando una ‘hoja de ruta’ donde se comprometía a no desviar el rumbo económico del país (el mayor temor era que Perú se volviera una segunda Venezuela). Personajes de peso del liberalismo, como Mario Vargas Llosa, le ofrecieron su apoyo bajo la premisa sartriana del ‘mal menor’ frente a la cloaca moral que representaba su contendora.

Actualmente, Ollanta Humala está gobernando el Perú no desde la centro-izquerda (o, al menos, desde el centro) sino que se ha ubicado en la centro-derecha. Para ello, se alejó de casi todo el equipo de izquierda con el que ganó, gobernando tal cual lo hubieran hecho Pedro Pablo Kuczynski o Alejandro Toledo. ¿Una decepción? Puede ser, sobre todo para quienes querían un presidente con más consciencia social y con la suficiente inteligencia y valentía para manejar los embistes de los poderes económicos. Por otro lado, sin embargo, ha cumplido hasta el momento su palabra respetando la hoja de ruta que firmó.

Y ahora España:

Pablo Iglesias quiere ser presidente. ¿Podrá lograrlo con la sombra de su confesa admiración al chavismo? ¿Justamente ahora que este régimen se encuentra más desprestigiado? ¿Sabrá él que la oposición venezolana es lo más parecido al 15M, movimiento que a él lo ha proyectado como presidenciable en España? ¿Decidirá limpiarse de chavismo en esta intentona, en la segunda o nunca?

Lo único que sabemos es que, si llega a ser presidente, no podrá ser Chávez ni por asomo. El contexto político, económico y social español y europeo es muy diferente. Lograr sumir en el caos a un país como España es más difícil; lograr que sean más bien los españoles quienes quieran saltar las vallas de Melillá y Ceuta es muy difícil. Lograr que los franceses, presionados por los alemanes, construyan una alambrada de púas en los Pirineos para que no pasen los españoles, es muy difícil (no imposible, pero sí muy difícil). No apelo al optimismo sino al sentido común (eso espero). Pablo Iglesias debe saber que, cuando esté en el poder, “solo” podrá ofrecer honestidad y justicia dentro del actual estado de derecho (lo cual incluye hacer pagar las cuentas a mucho pícaro suelto), y que con eso bastará para mejorar mucho la situación de España. Lo demás, citando sus propias palabras, es “vender un crecepelo” a sus electores.

Barcelona, 28 de mayo de 2014