La crisis y Star Wars

Costo de la Estrella de la Muerte: $852.000.000.000.000, 
el equivalente a 13.000 veces el PBI del mundo (Universidad de Leghih).
Últimamente, se escribe mucho sobre la 'fatídica' etapa Reagan-Thatcher, donde, al parecer, se gestaron todos nuestros males; aquellos que al día de hoy han puesto en jaque al sistema capitalista tal como lo conocemos. Sin embargo, cada uno de los textos y documentales sobre el tema que han llegado a mis manos tratan a sus protagonistas como seres ideologizados hasta un extremo deshumanizante. Es decir, sin voluntad propia y simplemente aceptando paradigmas así por que sí.

Creo que el extremismo o el fanatismo, con respecto a cualquier religión o ideología, deshumaniza y acerca a las personas, como especie, a las vacas. Y tanto Ronald Reagan como Margaret Thatcher no me parecen precisamente los mejores ejemplos bovinos sino todo lo contrario: ellos más bien se asemejan a pastores capaces de conducir inmensos rebaños. Al respecto, la historia está repleta de situaciones en que, cuando los líderes 'extremistas' encontraban que sus principios eran un estorbo para sus fines inmediatos, pues los cambiaban o 'interpretaban'.

¿Pero por qué tanto el 'cowboy' como la fría dama inglesa, en teoría, sentaron las bases para el colapso actual? ¿No intuían el monstruo que estaban engendrando? Creo firmemente que, por lo menos del lado de Reagan, éste pertenecía a aquella casta en extinción de líderes que amaban a sus países. ¿Entonces, qué pasó?

Reagan, el hombre bueno
El ex actor de Hollywood, en sus años mozos, no tuvo reparos en señalar con el dedo a sus colegas de profesión en la famosa cacería de brujas que durante el macartismo se llevó contra quienes fueran sospechosos de ser comunistas. Para personas vulgares y silvestres, de espíritu campesino como Ronald Reagan, 'comunista' era sinónimo de 'malvado'. Y convencido o no de aquello, fue lo que repitió hasta que se retractó en 1988 en la Plaza Roja de Moscú, invitado por su par Mijaíl Gorvachov (antes, Reagan utilizaba todos los sinónimos posibles para equiparar a la Unión Soviética con Satanás, pero cuando tuvo la oportunidad de negociar con el supuesto reino de las tinieblas, no lo dudó un solo instante).

El Reagan presidente, cuando llegó al poder en 1980, tenía a la antagónica superpotencia, la U.R.S.S., en una situación ambigua: los 'rojos' poseían el ejército más letal del planeta, pero con una galopante pobreza entre sus habitantes, para quienes ya se estaba haciendo dificultoso el simple hecho de conseguir comida. Ronald Reagan y todos los políticos estadounidenses sabían que el imperio soviético terminaría haciendo agua de alguna manera.

El equilibrio estratégico era, literalmente, una bomba de tiempo.
Mijaíl Gorvachov, visto por la historia oficial como un hombre de espíritu abierto a los cambios, más que ello, no tenía más opciones que buscar alternativas para intentar sacar a flote a la superpotencia que dirigía. Su primer objetivo se caía de maduro: reducir el presupuesto militar. La población soviética veía peligrar sus necesidades básicas, y cuando el estómago suena, la revolución empieza el repicar de campanas.

Las cartas estaban echadas sobre la mesa cuando ambos líderes se reunieron entre 1985 y 1988. En el caso de Estados Unidos, éste poseía un 'as' bajo la manga que colocaba a la U.R.S.S. muy por debajo en las negociaciones: la Guerra de las Galaxias de Reagan. Aquel programa militar que desangraba el presupuesto estadounidense fue la estocada final para los soviéticos.

Decía Leslie H. Gelb, ayudante del secretario de Estado de EE.UU., que cuando se reunió a inicios de los años ochenta con Nikolai Ogarkovjefe del Alto Estado Mayor soviético, que los comunistas estaban impresionados con que, en EE.UU., un niño de tres años ya estaba maniobrando ordenadores mientras a un soldado ruso adulto había que adiestrarlo durante años para que medianamente supiera manejarlos. Ronald Reagan fue capaz de llevar la Guerra Fría en un nivel donde la tecnología informática y espacial empezaron a cobrar un protagonismo que, definitivamente, la U.R.S.S. no podía equiparar ni de lejos. Ello, por una cuestión de presupuesto, básicamente.

Los esfuerzos desesperados con que Gorvachov intentó que Reagan desistiera de su plan espacial siempre cayeron en saco roto, pues el estadounidense sabía que esa era la razón por la cual el soviético estaba en inferioridad de condiciones para negociar con él, más allá de aspirar o no a la paz mundial. A la sazón, Margaret Thatcher, que se oponía a la Guerra de las Galaxias (presuntamente porque era una firme defensora del equilibrio estratégico nuclear según se comentaba en la época, aunque ahora más creamos que haya sido porque no quería ver caer en la ruina a su principal aliado), cambió rápidamente de parecer cuando el consejero de Seguridad Nacional de EE.UU., Robert McFarlane, le aseguró a inicios de los años ochenta que EE.UU. subcontraría decenas de empresas británicas para la gran batalla de las estrellas, invirtiendo miles de millones de dólares. 

Deuda estadounidense: observar el quiebre de 1980 (en rojo), 
cuando Ronald Reagan llegó al poder.

Es decir, en caso la Dama de Hierro haya sido, como se decía, una acólita del armamento nuclear, no tuvo reparos en redirigir sus creencias por cuestiones económicas. Según algunos economistas visionarios de la época (keynesianos o no), esta Guerra de las Galaxias podía llevar a EE.UU. hacia un camino sin retorno, pues la única manera de financiarla era ampliando desmesuradamente el techo de deuda del país, con todas las medidas colaterales que ello implicaba desde las teorías de Milton Friedman.

Sí, Ronald Reagan logró su objetivo: destruyó la U.R.S.S., pero falta saber si esa destrucción iniciada hace treinta años en Europa del Este y ahora totalmente extendida en Europa Occidental y en el mismo territorio norteamericano puede terminar consumándose en los próximos años como un búmeran. El poder que hoy tienen los grandes banqueros y especuladores es infinitamente mayor del que poseían a principios de los años ochenta (de hecho, las políticas que los beneficiarían tardaron mucho tiempo en poder ejecutarse hasta encontrar el contexto adecuado).Y no sé si es impresión mía, pero creo que políticos como Barak Obama saben qué se debe hacer en estos momentos, pero a la vez se sienten atados de manos (a diferencia de otros como Mariano Rajoy, cuyos espíritus no son de líderes sino de diligentes empleados). 

¿Se podrá dar marcha atrás? ¿Ya es demasiado tarde? Las actuales desregulaciones bancarias, bajos impuestos a las grandes fortunas, deudas astronómicas y demás herramientas se asemejan a las extremidades de una gran bestia de siete cabezas desesperada; arrojando llamaradas y golpeando a todo lo que se le pone enfrente. ¿Será ello suficiente para que la bestia sobreviva? Ya no hay una Unión Soviética a la cual enfrentarse con una 'Star Wars'. ¿Qué será lo siguiente para seguir justificando medidas que ya han demostrado su fracaso en la práctica? Los más avezados hablan de una invasión extraterrestre; otros, de una guerra más; el resto, de más represión por parte de las fuerzas de los estados. Veremos. 

Francisco Estrada. Barcelona, 29 de febrero de 2012. 

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