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En el debate transmitido
ayer por la televisión francesa, fueron muchos los datos técnicos
que ya habán sido expuestos y debatidos hasta el hartazgo. Por ello,
la novedad era la forma en que estos iban a ser presentados. Aquí, un
resumen muy superficial (es decir, lo más importante) del duelo
entre Nicolas Sarkozy y Françoise Hollande por la presidencia de la
quinta economía del mundo.
Luces, cámaras...
¡Acción!
La luz escénica y el
maquillaje terminaron mostrando a un Sarkozy amarillento (viejo,
cansado, estresado) frente a un Hollande de mejillas rosadas (vital,
fresco, alegre). Dado que ambos poseen un color de piel parecido, más
allá de los matices propios de cada quién, resulta obvio que los encargados de la imagen del aún presidente francés fallaron
estrepitosamente en ese aspecto; a menos de que en el plató de
televisión alguien haya, tendenciosamente, colocado una gelatina
amarilla sobre la luz principal de Sarkozy. Por momentos, el
'Kärcher' parecía un muerto.
El desplazamiento escénico
de Sarkozy, siempre grandilocuente y con su típico tic nervioso (ese
movimiento de cobra donde parece que se está acomodando la
corbata... pero sin usar las manos), contrastó enormemente con un
Hollande que se mantuvo prácticamente estático desde el cuello hasta
los pies. Con el mentón en alto y el vientre bien pegado a la mesa,
Hollande miraba de arriba hacia abajo a su oponente, quien
con la cabeza hundidad entre los hombros y bien alejado de la mesa, observaba a aquella esfinge que, con ferocidad y economía de movimientos, le mostraba los dientes cada vez que discutía con
él.
¿Una rápida lectura del uso del cuerpo? Un
Sarkozy errático y perdiendo la brújula (lo que él antes le
reprochó a Ségolène Royale en el debate presidencial entre ambos), y, por otro lado, un Hollande con
total control de sí mismo que, al dejar su cuerpo estático, dio la impresión de ser una
fortaleza inexpugnable que lanzaba fulminantes piedras a su desesperado contrincante.
Personalmente, por mi
desconocimiento de Hollande como polemista (pues solo lo he visto en
fotos... y con el apodo de 'Flamby', o sea 'Flancito'), me
sorprendió verlo actuar con tanta ferocidad frente a quien, se
supone, iba a ser el chico malo de la noche (el 'Kärcher'). Por ello mismo, no puedo saber si
Sarkozy también estaba desconcertado con la agresividad de su rival.
La jugada de ajedrez (o de
laboratorio, como se dice en el fútbol) la presenciamos al final,
cuando Sarkozy le quiso echar en cara a Hollande la conducta sexual
del 'socialista' Dominique Strauss-Kahn. Aquel era un dardo previsible, y en los gabinetes
de comunicación siempre se barajan aquellos dardos y su eventual
respuesta.
Sarkozy,
al final del debate, sabía que ya no tenía nada que perder (estaba
claro que había sido vapuleado en la mayor parte del encuentro), así
que se arriesgó (imposible que un político tan curtido como Sarkozy
no previera que su rival tenía una respuesta para ese eventual
ataque).
¿Qué
le respondió Hollande? Con gesto compungido y, moviendo la cabeza
con reprobación, dijo en tono ofendido: “me temía que, en algún
momento, usted mencionaría eso”, dando a entender como segunda
lectura “de usted me podía esperar cualquier bajeza”. Acto
seguido, abrió los ojos con una sonrisa maliciosa y le espetó a
Sarkozy: “Yo no conocía su vida privada (la de Strauss-Kahn). ¿La conocía usted?
¿Investiga usted la vida privada de sus colaboradores? Yo no. Usted
lo apoyó para dirigir el FMI". Sarkozy agachó la cabeza,
entrándole un sable imaginario por la nuca al haber tratado de embestir por última vez a quien lo estuvo toreando durante todo el debate. Desde aquel momento, los televidentes supimos que la República Francesa ya tenía nuevo presidente.
Francisco Estrada. Barcelona, 3 de mayo de 2012.
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