Las hamburguesas del Primavera Sound. (Foto: Judith Belmonte). |
Una
pequeña selección de los grupos que, inevitablemente (doscientos
en tres días), se cruzaron en uno de los mejores festivales de
música del mundo.
1. Spiritualized-Wolves
in The Throne Room
Si
bien el universo que Jason Pierce dibuja en sus pentagramas es uno de
drogas psicodélicas, éste es coloreado como una tortuosa, pero, a la
vez, placentera vía hacia el Cielo. Y no cualquier cielo, pues
Pierce se refiere al Paraíso de los cristianos. Es por
ello que Spiritualized se suele regocijar con la estética sonora que
alude directamente a la cristiandad moderna: desde los rasgueos
típicos de misa dominguera en las guitarras hasta los sonidos de órganos
de iglesia afroamericana (órganos de jazz, más no de
grandes tubos barrocos europeos).
Aquella
noche del jueves 31 de mayo, en el Fórum, el también llamado J. Spaceman, se hizo
acompañar de dos cantantes negras muy bien nutridas, lo que elevó
aún más espiritualmente su sonido. Fue bello, como diría mi mamá.
Pero a la vez inmoral, como diría mi tía (las negras, de vez en
cuando, tenían que taparse los oídos con los acoples de guitarra y
ruidos que, adrede, surgían dentro del escenario). ¿Por qué no me
quedé todo el concierto? Me moría de frío y debía regresar a
casa... No sabía que correría tanto viento en la madrugada y había
olvidado alguna prenda con la cual abrigarme.
Ya en el camino de
regreso, pero aún dentro del Fórum, una amiga que me acompañaba me sugirió “ver” qué era
lo que sonaba en el escenario ATP, y al asomarnos nos encontramos con Wolves in The Throne Room.
Al principio, me descoloqué por completo, pues sabía que era un
grupo de metal el que debía estar ahí, pero lo pillé en un
momento en que, tranquilamente, podía ser My Bloody Valentine
en un arrebato guitarrero de aquellos. ¡Juro que, en ese momento, yo
estaba escuchando post rock de los noventa!
Y
claro, no me cuadraba la guitarra de dos puntas, los pelos largos y
dando vueltas como en el vídeo One, de Metallica, y esa
alusión directa al misticismo del otro lado, que no es precisamente
el del Cielo católico. Quedé tan fascinado por ellos como por
Spiritualized, aunque en vez de mirar al Cielo, los 'lobos del trono'
estuvieran apuntando hacia las profundidades (no puedo decir que
hacia el Infierno, pues el lugar que ellos proponían era más bien
fresquito y muy elegante... no como los churriguerescos cuadros con
los que se suele representar el reino de las tinieblas).
La
voz de Nathan Weaver era la típica del género: black metal puro.
Un duende maligno cantando en medio de un mar de distorsión
sincopada. Y el frío que se le colaba a uno por los poros (más allá
de que la noche haya tenido baja temperatura) era por los aires
escandinavos que los lobos del trono impregnaban a su música.
Anteriormente,
ya había escuchado black metal en vivo en Perú, pero con un
sonido penoso, la verdad. En cambio, en esta ocasión, poder escuchar
black metal con un sonido que podía competir con el de cualquier
megaestrella del pop, me permitió percibir adecuadamente su
propuesta musical y sentirme turbado en el sentido de que, tal vez,
por lo menos musicalmente, ambos caminos religiosos o místicos
parecían conducir al mismo sitio... en caso se pueda llegar a estos
lugares a través de la música. ¿Será que sí? ¿O pura paja
mental? Ying-Yang, dirían en Oriente.
Wolves in the Trone Room en el escenario ATP.
2. The Cure-M83
La
experiencia The Cure en el Primavera Sound fue como la de hacer el
amor con la persona que amas cuatro veces seguidas, pero sabiendo que
tres veces seguidas ya te cuestan mucho... Es decir, ¿cómo negarse?
Pero, a la vez, qué palizón, tío. No repetiré lo que se ha
escrito en todas las crónicas (que el grupo liderado por Robert
Smith sigue tan vigente y contundente como hace 30 años), pero sí
ofreceré detalles superfluos, como el haberme sentido literalmente
exprimido después de su recital. Tranquilamente, pudieron haberme
sacado en camilla de ahí (estuve en segunda fila y, anteriormente,
soplándome a Rufus Wainwright and his Band).
Si
bien en el Primavera Sound los grupos no exceden la hora programada,
los británicos la excedieron multiplicando por tres (200%, ¿no?).
Lo agotador de su performance no solo se debió al tiempo
transcurrido sino a una carrera musical
repleta de picos altos, manteniendo a su público en un éxtasis de
tres horas. Como detalle, basta con mencionar que me quedaron
doliendo las mejillas de tanto haber estado sonriendo. Y que, a pesar
de las más de dos horas de diferencia con el concierto de M83, The
Cure terminó cruzando su programación con esta otra banda.
Los
británicos parecían muy apurados por tocar la mayor cantidad de
canciones posibles, aparte de los temas obligados (A Forest y
compañía). Y si no estoy mal, su verdadero 'vacilón' consiste en tocar los temas que nunca les piden en los conciertos. Por ello, a veces salen sorpresas, como la de aquella canción que nunca
pensé que podría experimentar en vivo, pues a pesar de ser una de mis
preferidas, no recuerdo haberla visto en algún compilatorio de
concierto de The Cure: Bananafishbones. ¡Soberbio! Con Robert
Smith tocando esa armónica como enajenado, ya me sentía totalmente
satisfecho... En resumen, un concierto con una estructura similar al
Trilogy, pero aderezado con los temas que una ciudad como
Barcelona requiere (según Robert, su ciudad preferida en Europa).
El
quinto miembro de The Cure fue, en este ocasión, el gran Reeves Gabrels (ex Bowie).
Robert Smith no podía dejar de sonreír cada vez que éste ejecutaba
los solos de The Cure (Gabrels es, para muchos, uno de los más
grandes improvisadores de la historia del rock, ubicado en un panteón
junto al mismísimo Hendrix). El momento cumbre de Gabrels fue Wrong
Number, solo de guitarra que él originalmente grabó para The Cure.
Cuando
acabó el concierto, me fui de ahí arrastrando los pies y
sintiéndome sin energía alguna, y muy miserable, hacia M83. Mis
sentidos estaban realmente agotados, y por esa razón no puedo
ofrecer una apreciación 'objetiva' sobre ellos. La verdad es que
cualquier cosa que diga sobre los franceses puede estar condicionada
por mi lamentable estado físico post-Cure.
Y es
que, a pesar de que M83 fue muy alabado tanto en la
prensa como dentro del mismo festival, lo que yo sentí fue un sonido
'grabado' sin los altibajos y el brillo propios de un sonido en
vivo... Los franceses tocaron con músicos de carne y hueso, pero no entiendo por qué
sonaron como 'playback'. Le pregunté sobre ello a una amiga, y me dijo
que sintió lo mismo: parecía que habían apretado 'play' y ya está.
Supongo
que esto se debió a que, en su consola de sonido, prefirieron un
sonido que imitara al máximo la propuesta del disco... Utilizando
unos compresores que terminaron uniformando los instrumentos hasta
dejarlos prácticamente planos (o “perfectos”, según el criterio
del sonidista en cuestión). Lo mismo le pasó al otro día a Neon
Indian, que, en su caso, sí provocó cuestionamientos desde la
platea (muy fresa su performance, además). Mención aparte para las
luces de M83: las más espectaculares del festival, pero rozando la
estética Walt Disney World. O sea, no me gustó. Pero ojo, yo estaba
muy deteriorado físicamente, así que cualquier percepción mía
pudo haber estado condicionada por ello.
Jason Pierce embelleciendo aun más la primavera.
3. Main-The Rapture
Tenía
mucho interés en escuchar a Main por los pergaminos de sus
integrantes y las pocas grabaciones que había escuchado de ellos y
porque, si bien The Rapture se presentaba a la vez, los últimos
trabajos de los estadounidenses me parecían carentes de brújula
(sin poder 'chuntarla' como en sus primeros discos).
Por
ello, me dirigí al escenario ATP, donde Main decidió ofrecer un
trabajo inédito con sus sintetizadores. La intención fue de lujo,
la verdad. Así que, armados de sintetizadores virtuales (es decir,
en las pantallas de sus portátiles) y una miniconsola (o
sintetizador, no pude ver bien) para cada uno, se lanzaron al ruedo.
El
reto no fue poca cosa, pues los señores decidieron pasar por
completo de una de las características fundamentales del sonido: la
duración (el tiempo). Y en reducir a lo mínimo (hasta hacerla ya
demasiado sutil) la intervención de otra característica básica: el
tono. Así que, colocando por encima de todo al timbre y la
intensidad como ingredientes principales de la sesión, comenzaron a
ofrecer su muy particular versión de la música (no son los únicos
en el mundo en hacer eso, pero en el Primavera Sound, tal vez sí lo
fueron).
Para
quienes no dominan mucho de teoría musical, explicaré un poco mejor
la intención de Main. Es como si, aquella noche, John Coltrane
hubiera decidido soplar ininterrumpidamente con su saxo sin pausas
ni silencios: “tuuuuuuuuuuuuuu”. Así, sin parar durante toda la
noche, y que su única preocupación haya sido en cómo sacarle
sonidos (timbres) a su saxo. Y de vez en cuando (solo de vez en
cuando), jugar con la intensidad (volumen) de su saxo.
¿Cuánto
tiempo creen que el gran Coltrane hubiera podido durar en esa faena
sin aburrir a su público? Pues muy poco. Aunque, claro, como en la
viña del señor hay de todo, no hubieran faltado los más hinchas de
Coltrane (por definición, a los que paradójicamente menos les
interesa la música sino la pose), que habrían aguantado semejante
plomazo. Como es de suponer, Main no salió musicalmente airoso del
reto, pues a los pocos minutos empezó a repetirse y repetirse...
¡Y no tenía opción! Supongo que, para darle unidad a su propuesta y no terminar haciendo una presentación 'comercial' de sus
sintetizadores, no quiso permitirse salir de un
rango de timbres específico. Mención aparte: su diseño de luces fue el mejor
del festival. Tal vez en la segunda mitad del concierto todo
cambió... Algo que seguro dirán los cuatro gatos que se quedaron
ahí (ya, cuñao).
Por
eso me fui a escuchar a The Rapture, que estaba en plena House of
Jealous Lovers, y recordé aquella frase de “pasar de ver pelis
porno a tener novia”. No había duda: Main era para empollones (o
gente “exquisita”, aunque ya demasiado exquisita, pues). The
Rapture, en cambio, era más para quienes, de vez en cuando, les
gusta sacar los ojos de la pantalla del ordenador (o del libro) y
mover el culo con buena música. Y no solo con buena música sino mejor, así los muy bailables Rapture sean más 'convecionales', pues teniendo como referencia únicamente al sonido, había mucha
más riqueza generándose en los altavoces de los estadounidenses que en los de los británicos.
4. Hype
Williams-Godflesh
No
pensaba ver a Godflesh, aunque me causaba curiosidad. La propuesta de
Hype Williams era, para mi gusto, mucho más interesante. Sin embargo,
cuando llegué al escenario en cuestión, el sonido era de cassette
(sí, ese sonido que 'taaanto' me gusta) y como para cassettes no
hay mejor sonido que el generado por mi equipo de sonido, quise irme
apenas llegué. Todo ello aumentado por unas amigas que me encontré
y que querían ir a ver a Godflesh... donde también apenas
aguantamos un par de canciones (después de tres días de conciertos,
había ciertas propuestas que, francamente, no eran físicamente
soportables).
Godflesh,
exponentes del metal contundente y 100% masculino, era demasiado para
unos sentidos seriamente deteriorados. Así que salimos a tomar unas
cervezas para recuperar energías y volver al Fórum. Y la historia
continuó, pero sin más cruces... Esperando a que amaneciera.
Algunos lo lograron... Yo no pude.
Y dos
observaciones
1. Si
quieres estar 'hot' este verano y vives en Barcelona, debes usar
mini-shorcitos de jean y botas de cuero con tacones hasta los
tobillos. Y las piernas bronceadas, por favor.
2. ¿Quién
le dijo a la mayoría de los sonidistas del escenario Vice que
romper tímpanos era un mérito?
Francisco Estrada. Barcelona, 4 de junio de 2012.
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