Foto: La Tercera |
Acabo de recibir un email de la Red Conceptualismos del Sur, donde me informan que la exposición Perder la forma, en el museo Reina Sofía, será inaugurada esta noche en Madrid. Y más allá del tema de la muestra, debo confesar que mi pena por no estar hoy en la capital española es porque, entre los artistas que estarán ahí, figura el escritor chileno Pedro Lemebel. A él tuve el privilegio de conocer hace unos siete años en Lima, donde estuvo invitado por la Cámara Peruana del Libro para la Feria de Lima.
Aquella noche, conversamos de todo, desde literatura y sexualidad hasta política y amor. Él, que es un seductor profesional, no dejó de aprovechar la ocasión para ejercer. En lo particular, me sentí muy halagado porque era la primera vez que alguien intentaba seducirme en base a intelectualidad e inteligencia, pero si sus esfuerzos cayeron en un saco roto fue, sobre todo, porque él mismo me dio a entender que disparaba, cual metralleta, hacia todos lados. Y, como a mí me gusta la exclusividad, pues ahí quedó.
A todo esto, la negociación de la entrevista me resultó muy confusa, pues él insistía en que la entrevista debía hacerse dentro de un taxi que recorriera Lima de noche. Yo quería aceptar el reto, pero como no sabía quién iba a pagar el taxi ni hasta qué hora se iba a prolongar algo así (yo debía regresar esa misma noche al diario a redactar la entrevista) se me ocurrió pedir un plan B, y su representante propuso la plaza San Martín como encuentro.
A continuación, la entrevista que le hice, pero con ligeros cambios para adaptarlo al 'estilo' blog:
A continuación, la entrevista que le hice, pero con ligeros cambios para adaptarlo al 'estilo' blog:
LA ENTREVISTA, LIMA, 2005
Una vuelta por la Plaza San Martín, dos, tres... Parecía que la
misión de encontrar a Pedro Lemebel, en medio de una nutrida manifestación con olor a
pollo a la brasa, había fracasado. Con la fotógrafa que me acompañaba, ya nos habíamos dado por vencidos, y ante ese panorama de frustración, verlo aparecer nos iluminó la noche (la fotógrafa se fue apenas lo retrató entre policías con escudos).
“Te dije que iba a llegar”, dijo mientras estrechábamos nuestras manos,
no de la manera clásica sino como pandilleros. “Estoy con un viejo amor que no
veía hace años... sígueme”, añadió señalando a un jovencito limeño. Ahora éramos tres los que caminábamos por las oscuras calles del Centro de Lima hasta que encontramos un bar adecuado, donde ‘rolear un
huiro’ en la mesa a vista y paciencia de todos era algo que a nadie llamaba la
atención. Pedimos una jarra de cerveza, sin saber que estábamos dejando a Pedro sin
dinero para el taxi de regreso:
–Pero
yo no tengo plata, ¿cuándo vale esta weá?
–No
sé, yo tampoco tengo.
El fondo musical era con música de Madonna. El ‘amigo’
de Pedro hizo un gesto de fastidio cuando Pedro y yo comenzamos a hablar y se retiró. Yo no entendía qué estaba pasando, así que hice lo que mejor sé hacer: no darme por enterado y continuar. Antes de que la entrevista oficial empezara con la grabadora en mano, estábamos hablando del amor, de lo peligroso que era (recién ahora entiendo por qué se pudo haber molestado su amigo), y que en la mayoría de las historias, como en El beso de la mujer araña, “la loca siempre termina muerta”.
¿Cómo
calificaría esta literatura?
No es literatura homosexual. Se puede hablar
de una aspiración castigada, pero no de un corpus literario. La escritura
homosexual –no la literatura– debiera ser una fuga de lo que el canon llama
literatura. Las voces de esta escritura son muy diversificadas, pues se puede
escribir desde la homosexualidad o sobre la homosexualidad. La homosexualidad y
la heterosexualidad son construcciones culturales.
¿Es
por eso que cada vez hay menos homosexuales, pero más bisexuales?
Yo creo que no, la bisexualidad siempre es
una trampa, porque te vuelve a encadenar al dualismo: homosexual-heterosexual…
Yo creo en una multiplicidad de sexualidades, donde cada persona tiene una sexualidad,
como una huella digital, pero compartible.
¿Y lo de hétero, homo y bi?
No, ahí caemos en el catolicismo, en la
triada… ¿Yo ahí qué sería? ¿La madrina? Esa es una idea religiosa y literaria.
Por ejemplo, hace poco hubo una invitación a España para escritores chilenos. Y
teníamos que sacarnos una foto juntos. ¿Y qué era yo ahí? ¿La tía pedófila?
(Risas). Es jodido emparentarse con una familia literaria, sobre todo cuando
uno viene de un país como Chile, donde los referentes son la poesía nerudiana,
parriana, huidobriana, etc.
En
sus textos usted es muy detallista…
Pulcro. No en el sentido higiénico, sino en
que "ojo de loca no se equivoca" (risas). Mentira, se equivoca también, pero la
equivocación es un lugar interesante para hablar. El desvío, el viraje… Cuando
tú haces todos los días el mismo trayecto del diario a la casa y de ahí a la
universidad, hay un momento en que doblas por una esquina desconocida… Ahí
empieza la literatura, la escritura.
La
literatura no puede ser el lugar común…
Nooo, para eso vemos la tele, a Don Francisco.
Entonces, el escritor debe
llevar una vida distinta…
Por supuesto, si yo no
viviera lo que escribo… Yo no ficciono; odio la ficción. Yo, en plena dictadura
de Pinochet, escribía cuentos. Y en un momento me resultaba tan falso hacerlos,
que me decidí por este ‘entregénero’ bastardo que es la crónica, que me quedó
como anillo al dedo.
Usted hizo una crónica sobre Lucho Barrios... ¿Quién es
él para usted?
La voz en el deseo prostibular hecho canción. ¿Me dices que él es un macho? No, yo creo que la voz de él frisa lo macho. Él no es
como el tango. El bolero de Lucho Barrios es una feminización. Una vez lo
invitaron a un programa de televisión, donde el animador era un fascista gordo,
y le preguntaron: “¿Por qué usted canta estas canciones tan trágicas y
dramáticas riéndose?”. Y Luchito Barrios, con toda su potencia y sabiduría, le
respondió: “Es que son las mismas canciones que canté en el Olympia de París”.
¿Sabes dónde podemos conseguir un cigarro, Baaambi?
(Primera digresión a esta entrevista: cuando él pronunció "Bambi" de manera insinuante, me hizo pensar en que Pedro no sabía en absoluto quién era yo, por lo cual le formulé la siguiente pregunta).
¿Sabes dónde podemos conseguir un cigarro, Baaambi?
(Primera digresión a esta entrevista: cuando él pronunció "Bambi" de manera insinuante, me hizo pensar en que Pedro no sabía en absoluto quién era yo, por lo cual le formulé la siguiente pregunta).
No, ni idea. No sé dónde hay cigarros.
¿Siempre que visita una ciudad tiene relaciones tan directas y peligrosas con
ella?
Hay una cita del poeta argentino Néstor Perlongher, quien dice que equivocar el camino es conocer. Es confundirse en los
olores y sabores de esta urbana seducción. En ese sentido, yo no voy a las
ciudades a ver los paisajes. Yo voy a ver amigos y amores. Yo no vengo al
Callao si no es para ver a mi amor chalaco (risas).
¿Qué libro está preparando ahora?
Adiós,
mariquita linda. No hay un tema sino
muchos, porque son mis peregrinaciones por esta América Latina. Por ejemplo,
yendo de Santiago a Lima, conocí al Roger, que tenía el nombre de un Menudo. Él me dijo: "vamos a tomarnos unas chelas, pata", y ahí me fui enamorando del
Roger. Yo le contesté "qué haces acá", y resultaba que se iba al puerto de Iquique,
donde compraba jeans Levi’s, calzoncillos Calvin Klein, etc. Cuando se bajó un
poco el pantalón y me mostró el elástico de su bikini... ahí morí yo.
(Segunda digresión: Cuando un año después pude leer de pie su libro Adiós, mariquita linda en una librería de Barcelona, sentí que sus deliciosos textos eran el fiel reflejo de su oralidad, igual de sabrosa. La historia de Róger, a quién él comparaba con el monitor Huáscar y que lo hacía sentir a él como la corbeta Esmeralda, y cómo es que su ocasional amante peruano tuvo que escapar por la ventana del lugar donde se encontraban, prácticamente la sentí recitada en el oído mientras la leía).
¿Por qué en la escritura homosexual es
recurrente el deseo por conquistar un heterosexual?
No es una heterosexualidad la que uno trata
de vencer, conquistar o torcer en último caso, sino que es una lucha contra el
poder. Llámese heterosexual, macho etc. Y, a veces, contra el crimen también.
Uno sabe con quién se mete y con quién la pita tiene los pétalos rosados.
En Chile, Jaime Baily es muy admirado.
Él no parece homosexual...
Yo no creo que sea homosexual sino que juega
a eso, porque le da plata. Como decía antes, la homosexualidad no existe y
puede que su homosexualidad tampoco exista. Me parece que él es demasiado
liberal para un país tan pobre. Creo que él agrede permanentemente al Perú con
su facha, su estilo, sus vicios, etc. Siempre me dicen: “Ay, Pedro, tú qué
tanto hablas de los pobres”. Yo sé de los pobres y hablo de los pobres porque
yo me acuesto con los pobres. Yo sudo con los pobres. A mí me culean los
pobres. Yo amo al Perú por estos lugares. Por ejemplo, yo no sé si es que Baily
habrá venido aquí, a la plaza San Martín, a levantar un putín.
¿Usted sí?
Yo no los levanto, ellos me levantan. Yo soy
más Rolling Stones, en cambio el Baily es más...
¿Donna Summer?
Ni siquiera, es como esa vieja cubana… él es
Gloria Stefan: ninguna credibilidad y ningún deseo. Aburrida y terrible. Él me
invitó una vez a su programa, pero dijo que yo tenía que pagar mi pasaje: está
demente el maricón sidoso.
¿Y cómo maneja usted el Sida?
Con condón, pues, ¿cómo más?. La última vez
que me hice el examen fue hace dos semanas y le dije a la enfermera que viera
el resultado, porque yo me quería morir de un shock. Ella sacó el sobre, lo
leyó y me dijo: "Siga concursando". (Risas)… ¿Oye, sabes una cosa? Yo cambio
cinco París por un Lima.
¿Por qué?
Porque acá me 'cogen', en otros lugares admiran
al escritor. Me gusta la generosidad de este pueblo.
¿Por qué no vive acá?
Sólo cuando
autoricen el casamiento homosexual.
¿Qué opina de eso?
Me parece
atroz. O sea, volver a las convenciones… Eso tiene que ver con al manual gay y
yo no lo soy. Soy otra cosa y ahí me entiendo. Me refiero a las construcciones
de identidades. ¿Como me puedo entender con un rapero o un rasta? Desde ese
otro lugar, desde ahí nos entendemos. Luego nos vamos juntos a la cama, y nadie
lo va a saber hasta que te di esta entrevista y te conocí. Yo sigo rescatando
eso de la privacidad de los encuentros... Un amigo me decía hace poco "qué
bueno eso de la militancia homosexual".
Pero al poder le conviene
institucionalizar.
Hay un lugar
logrado, ganado. Los procesos sociales no se estancan ni retroceden. Nunca más
se le va a negar a la mujer el derecho al voto ni a los jóvenes se les
perseguirá por el pelo largo. La historia es progresiva, aunque vengan las
dictaduras. Hace poco, con un amigo del MHOL (Movimiento Homosexual de Lima), hemos andado juntos por la plaza
San Martín con el deseo y el ano abierto como una amapola en flor, una flor
carnívora, deseante; que venga el burro… ¿Tú usas frenillo?
Para enderezar mis dientes…
Pero si
igual eres bonito...
(Tercera digresión que no puse en la entrevista original, porque era para publicar en un diario. Lemebel dijo que le encantaba mi rostro. Algo dijo de mis ojos "inmensos" comparados a los suyos que eran de "chinito". Y también se refirió a mis facciones mezcla de "inca y español"). Yo contraataqué con la siguiente pregunta.
¿Por qué se cree que la homosexualidad
tiende a la promiscuidad?
Tú le tienes
miedo a la homosexualidad... ¿Que tienes amigos? Todo el mundo tiene amigos y
amigas, pero otra cosa es que yo te suelte la tarántula por el muslo (puso su mano en forma de tarántula sobre mi muslo). Tu trato
conmigo es como si trataras con un raro insecto.
Es trato profesional, de periodista...
No me trates
de usted. Néstor Perlongher, que jodió tanto para que la izquierda lo dejara
entrar hasta que pudo, dijo en su carta de agradecimiento: “Yo no quiero que
me entiendan ni me comprendan, yo solo quiero que me cojan”... Qué me importa
que me entiendas tú (dirigiéndose a este redactor).
¿Una sexualidad amplia hace a un hombre
más completo?
Cuanto más
libre, es más integral. Yo vengo acá y cojo hasta con el San Martín de la plaza
y nadie me dice nada. Lo hago con chicos de 20 años, como el que viste hace
poco. ¿Y? ¿Quién me va a decir algo, si es amor?
¿El amor es tan fugaz?
El amor es
un milagro: dura un segundo, como un jale, un ‘snif’. De ahí me voy y después
escribo.
¿Y eso no genera soledad?
Mucha, mucha
soledad... Pero un escritor necesita de esa soledad.
Pero duele...
Fíjate que
no soy masoquista en ese sentido. Creo que también tengo el teléfono a la mano.
¿Y quién aparece?
Un ‘diler’,
un taxi boy, una amiga, un amigo, etc. Uno arma su familia con quien quiere.
¿Tú quieres que me venga a vivir en Lima? Yo no duraría mucho acá, el vaivén es
demasiado.
¿Con respecto al poder y las
democracias, qué opina de la reciente manifestación en la que nos hemos encontrado?
Los escudos
acrílicos policiales me parecieron de una violencia que no tenía la
manifestación: había violencia en el "por si acaso". La misma sociedad produce
la violencia para producir sus contrincantes, que son los aparatos de
contención. No es el ladrón el que produce el vigilante…
¿Se refiere al capitalismo?
El 'status
quo' en estas ciudades neoliberales te dice que todo es peligroso, terrible,
que todo puede hacernos mal. Y que con un beso te puedo pegar el Sida, por
ejemplo. En ese sentido, yo voy libre y desnudo por las capitales
latinoamericanas, por los suburbios, y por los pantanos del crimen donde la
droga cruje. Y salgo vivo, resucitado.
Pero no todo el mundo tiene su suerte,
de salir vivo.
No. ¿Que
cuál es el secreto? Me lo llevo a la tumba. ¿Que soy egoísta? Entre maleantes y
piratas tenemos códigos amados que se encintan en el mudo corazón.
Cuando nos despedimos con un abrazo y un beso en mejilla, salí rumbo a la redacción del periódico, para contarle a mis colegas la experiencia. En el camino, me encontré con el jovencito que lo acompañaba antes. Me le acerqué y le dije que Pedro lo estaba esperando allá arriba, en el bar. Que estaba solo. Al chico se le infló el pecho de emoción y me dijo "¿en serio?". "Sí, ahí está, chao", contesté. Él salió corriendo a buscarlo.
Francisco Estrada. Barcelona, 25 de octubre de 2012.
Cuando nos despedimos con un abrazo y un beso en mejilla, salí rumbo a la redacción del periódico, para contarle a mis colegas la experiencia. En el camino, me encontré con el jovencito que lo acompañaba antes. Me le acerqué y le dije que Pedro lo estaba esperando allá arriba, en el bar. Que estaba solo. Al chico se le infló el pecho de emoción y me dijo "¿en serio?". "Sí, ahí está, chao", contesté. Él salió corriendo a buscarlo.
Francisco Estrada. Barcelona, 25 de octubre de 2012.
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