Las mujeres del Primavera Sound

De lo que pude apreciar en escena, esta es mi selección mundial. Vi y oí a más de ellas, pero no tengo el tiempo suficiente para escribir sobre todas. Este post irá engordando día a día, como mi panza. 

¿Eres de verdad?

1. Annie Clark (St. Vincent), la replicante
Sean Young, en su papel de Rachael en Blade Runner (1982), simbolizó en su particular tiempo y espacio cultural, la perfección femenina con todos sus clichés. Una perfección tan lacerante, cruel e inhumana, que solo podía ser alcanzable por un androide (o replicante). Treinta y dos años después, cuando St. Vincent se presentó en Barcelona, tomó la posta de Rachael, pero rompiendo con los clichés femeninos; aunque igual dejando en claro que tanta perfección solo podía ser obra de un androide.

La estadounidense apareció sobre el escenario muy “Rachael”: sugerente minifalda, tacones aguja, polvos faciales y labios encaramelados. Sus pequeños pasos para desplazarse sobre el escenario (nada de trancos largos, que eso es para los hombres que necesitan ocupar todo el espacio posible) contribuían a emparentarla con el androide más femenino de todos los tiempos; todo ello potenciado por sus entrecortados movimientos que simulaban a los de un torpe autómata.

La novedad fue que, lejos ella de ser una ingenua androide que necesitaba ser rescatada por el gran “Han Solo”, St. Vicent, con mirada perdida y gesto de maniquí, ofreció una lección de dominio escénico y de propuesta conceptual sin paralelos en la música pop actual. Por si fuera poco, ella no solo cantó bien (algo a lo que las musas nos tienen acostumbrados) sino que, además, exhibió un dominio de la guitarra que iba más allá de lo técnicamente perfecto, pues este evidenciaba todo su bagaje cultural. El caudal musical que nutría sus solos desenfrenados estaba siendo procesado mediante un sonido particular, una marca registrada, dejando evidencia de que ella estaba ahí para influir; para introducir su semilla.

¿Qué diferencia a un idiota que solo hace bulla de alguien que hace eso 
y mucho más? St. Vincent es un buen ejemplo.

Si bien hay para todos los gustos, dudo mucho que alguien en el concierto haya podido distraerse demasiado tiempo reparando en la figura de Annie Clark, que se había presentado tan espectacular como la mismísima Rachael, el androide de la cintura imposible. Pienso en lo anterior porque la intensidad de la propuesta artística de St. Vincent dejó al público con la lengua afuera y babeando, pero no simbolizando por ello mismo deseo alguno sino claudicación pura y dura; una aceptación de que ella estaba ahí para ofrecer(se) y el resto para recibir(la) en un escenario transfigurado en un altar de sacrificios. He ahí el por qué de tantos hilos de saliva que iban cayendo desde las bocas abiertas de algunos. Todos anonadados, simplemente, sin capacidad de soñar con rescatarla a lo "Han Solo" (¿quién es ese huevón?, diría ella) o siquiera de poder ejercer como sus 'cheerleaders' (algo que ella aborrece, deducimos). Seguiremos pendientes de ti, Annie.


***

Pd. Como este blog no tiene como fin quedar bien con nadie, debo añadir que, tres días después del concierto, ya estaba buscando en Internet si Annie Clark era “soltera, casada o divorciada”, como decían los payasos contratados en mis fiestas infantiles. 

Subpd. No sé si ella usó minifalda, pantalones cortos o qué; no me fijé bien. Había unas piernas largas, sí, pero mi recuerdo es borroso. Su música era muy poderosa.

2. Régine Chassagne, la Franz Beckenbauer 


Lo que usted diga, jefa.

Me cuesta recordar su nombre, pero no porque ese sea su problema sino porque no puedo recordar bien el nombre de ninguno de sus compañeros: Arcade Fire es una banda en todo el sentido de la palabra. Y si bien es evidente que Win Butler es el ‘cantante principal’, y por ello letrista de la banda, la composición de los temas son atribuidas al grupo en general. 

Del mismo modo, sobre el escenario, ese estilo colectivo se manifiesta en que casi todos ellos van intercambiando sus instrumentos. Aun así, en cuanto a peso interpretativo, destacan Win Butler (por tocar dos instrumentos a la vez: voz e instrumentos de cuerda), y el increíble Tim Kingsbury (ejecutando en vivo los arreglos más ‘guays’ de la banda). Ellos dos están apoyados por la poderosa dupla formada por el baterista Jeremy Gara y el multiinstrumentista (y muchas veces bajista) Richard Reed Parry. Sin embargo, en cuanto a presencia escénica, queda muy claro sobre quién recae toda la responsabilidad: Régine Chassagne lo es todo.

En el ‘detrás de cámaras’, musicalmente, no sabemos si ella es la pieza principal (no conocemos cómo es el proceso creativo dentro de la banda). A pesar de ello, en vivo, Régine es la gasolina y, a la vez, el aceite que hace funcionar a una máquina como Arcade Fire, que en Barcelona se presentó con más de 13 músicos en escena. No es por desmerecer la labor de Régine Chassagne como corista y algunas veces cantante principal (sin contar sus incursiones en distintos instrumentos mientras se sucede el espectáculo), pero es que su labor como ‘líbero’ es tan enorme, su transfiguración a lo ‘Franz Beckenbauer’ es tan grandiosa, que ello opaca su singular faceta de instrumentista.

¿Qué sería de Arcade Fire sin ella? Bueno, aparte de que no escucharíamos tantos ritmos antillanos en las cadencias de la banda (ni tampoco estos serían activistas para aliviar las necesidades de un país tan castigado como Haití, lugar de nacimiento de los padres de Régine), lo que no es poco, todo el imaginario de la banda no existiría. Y ahora no es por desmerecer a los demás miembros de la agrupación, pero es que hay personalidades que son más “aprovechables” para generar universos a su alrededor. Esto, evidentemente, no es motivo de celos para Win Butler, que se encuentra en clara desventaja frente a un ser tan maravilloso como Régine, pues ella es su propia esposa; a quien él no se cansa de contemplar con admiración cada vez que puede. Y nosotros tampoco, querido Win. 

No por algo, conceptos tan oscuros como “funeral” o "black mirror" suenan festivos a pesar de las melodías en modos menores y del dramatismo con que son recreados. Arcade Fire es, después de todo, un momento de júbilo y fuerza religiosa; todo lo que Régine Chassagne representa sobre el escenario: un arco iris de fuego.

Francisco Estrada, Barcelona 2014

1 comentario:

Anónimo dijo...

arco iris de fuego, hacía tiempo que no veía una palabra tan bonita, felicidades por tu artículo :)