Travelo por una noche

Johnny Depp, en Antes que anochezca, esperando a Javier Bardem.

La primera vez que vi hombres vestidos de mujer fue a finales de los años setenta o inicios de los ochenta, cuando mis padres me llevaban de noche a comer anticuchos a los chiringuitos de la Costa Verde, en Lima. Todos los camareros que atendían en esos restaurantes eran travestis. Era una moda de los lugares de la época.

Los recuerdo saltando como locos, con los pantalones bien ajustados y agitando pancartas para llamar la atención de los ocupantes de los automóviles que pasaban por la carretera de la Costanera, y así poder ofrecer sus servicios de hostelería al coche (aquellos resturantes estaban al borde de la carretera, donde los vehículos se estacionaban orillándose, y la comida era llevada al automóvil). Todos los travestis tenían el pelo largo e inevitablemente castaño (el tinte preferido de las mestizas peruanas, en este caso usado por hombres).

También recuerdo a mi padre haciendo comentarios jocosos y a mi madre celebrándoselos; riéndose. Yo estaba en el asiento de atrás con mi hermana, quien aún era muy bebita (pero igual comía rico, por supuesto). Yo tendría alrededor de cinco años, pero nunca me sentí contrariado o confundido porque mis padres de alguna forma me llevaran a ver travestis y hasta llegué a pensar que los personajes en cuestión eran payasos, actores o algo así, porque los tíos eran muy disforzados y parecían aceptar de buena gana las risas de sus clientes. 


Ahora sé que todo era un cachondeo, que no eran payasos sino travestis de verdad, y que la muy hipócrita y machista sociedad limeña había decidido tolerar a estos chicos en ese reducido espacio al lado de las olas del mar. Recuerdo que ellos, con cariño, cuando me alcanzaban el plato con papas sancochadas y anticuchos, me decían “toma, papito”.


Inspirador Gael García en La mala educación.
No sé cómo es que los tíos vestidos de mujer desaparecieron de esa zona de Lima: si fue porque se acabó la moda o porque apareció un alcalde represor a quien le inquietaban mucho los travestis. El asunto es que, desde aquella época hasta ahora, poco he sabido del asunto salvo la normal exposición que sobre el tema se daba en la televisión peruana (algo que, por ejemplo, nunca he visto en la televisión colombiana de los años ochenta y noventa). 

Los travestis prostituyéndose de la Av. Arequipa, del Zanjón con Javier Prado, de calles oscuras de la Av. La Marina o de abajo del Puente Atocongo son parte del folclor limeño y con fama de muy recios: se decía que podían robarte si te les acercabas. Y es que el ambiente en el que se movían era muy hostil para ellos, no solo porque a veces se han organizado grupos para violarlos o hasta matarlos, sino también porque no fueron pocas las veces que he escuchado a la gente gritarles insultos desde los autos o, incluso, a amigos míos haciéndolo desde el coche en el que nos transportábamos. ¿Para qué? Supongo que sentían la imperiosa necesidad de marcar una distancia, aunque sea lingüística, con estos chicos de vestidos ajustados, tetas descomunales y anchas espaldas.

Después de 31 años
Este fin de semana, se llevó a cabo un espectáculo burlesque en mi bar, el Malverde, con dos bailarinas preciosas (Riikka y Silvia) y un apuesto bailarín (Ezequiel). Inicialmente, yo me iba a encargar de solo cobrar en la entrada, pero los bailarines pensaron que, para darle un ambiente más burlesque al bar, yo tendría que disfrazarme de mujer. A mí, el asunto no me emocionó ni para bien ni para mal: era parte del show y listo. Es más, me parece muy machista que se arme un escándalo porque un hombre use prendas femeninas (¿porque son vejatorias para él?), pero no así cuando
son las mujeres quienes portan prendas masculinas. Por eso, a pesar de que no debía haberme sorprendido, igual me chocaba cuando alguien se enteraba de que me iba poner ropa de mujer y empezaba a hacer un miniescándalo por ello.

Un clásico: Dustin Hoffman.
Hace muchos años, intenté infructuosamente durante un largo periodo ser un bailarín profesional de danza moderna, así que sé muy bien de qué va el asunto de las tablas. Vestirme de mujer es como si me hubieran dicho que me disfrazara de Barney o algo así, porque el verdadero reto, llegado el caso, sería pasear vestido de mujer por la calle en espacios donde sea transgresor hacerlo. Yo, en cambio, iba a estar en la puerta de un bar cobrando la entrada a gente que más o menos sabía qué era un show burlesque.

Las sorpresas, para mí, recién empezaron a sucederse cuando mi compañera de piso se enteró del asunto y, para reírse un poco de mí, me llevó a su cuarto a ponerme sus medias, portaligas, bragas, sujetadores y demás parafernalia. Por un momento mientras me travestía, pensé que al verme de ese manera en el espejo, iba a sentirme algo así como "vulnerable" o penetrable”... pero aquello no sucedió. Al contrario, percibía que estaba más provocativo que nunca para una mujer (puede que sea una chorrada, pero eso fue lo que sentí). 


Se me vienen ahora a la memoria las declaraciones del actor Gael García, cuando estaba preparando su personaje Zahara, para la película La mala educación (2004), de Pedro Almodóvar. Como sus apreciaciones me parecieron curiosas, las usaré ahora para hacer un contrapunto con las mías (en caso mis comentarios no sean tan interesantes, este recurso me permitirá ser lo menos aburrido posible). Es que él es una estrella, y yo no...

Gael: Legué a una discoteca vestido de mujer y fue muy divertido. Ahí me di cuenta del poder que tienen las mujeres sobre los hombres.
Yo: Fui a mi bar, no a una discoteca cualquiera, así que no necesité estar rodeado de amigos que me 'protegieran' en territorio hostil. En ningún momento fui consciente de mi poder, a pesar de haberlo ejercido: yo decidía con quién conversar y podía obligar a que la otra parte iniciara el diálogo conmigo.

Gael: Fue una experiencia liberadora. Y como actor es una oportunidad excepcional.
Yo: No entiendo muy bien aquello de "experiencia liberadora", así que no puedo opinar al respecto. Más bien, canallamente, sentí que podía ligar más fácil con las chicas. En un momento, estaba rodeado de mujeres, quienes al verme con el uniforme del sexo 'débil', creo que se sintieron lo suficientemente seguras como para abordarme y lanzarme preguntas y frases que, si yo hubiera estado vestido de hombre, definitivamente lo hubiera interpretado como un intento por ligarme.


"No me avergüenzo de vestir 'como una mujer' 
porque no pienso que sea vergonzoso ser una mujer".
Gael: Fue curioso verme vestido y actuar como mujer. No sé si me gusté a mí mismo porque la verdad es que me veía muy parecido a mi madre.
Yo: Para mí también fue muy curioso, aunque no pude actuar como mujer porque no me planteé crear un personaje sino simplemente vestirme con ropa femenina. En cambio, yo sí me gusté a mí mismo; creo que soy más guapa que guapo. Para sorpresa mía, tengo bonito culo. Una mujer me preguntó si yo ligaba mucho vestido de hombre, teniendo en cuenta el 'tipazo' que tenía. Yo no sabía que, en jerga española, 'tipazo' era 'buen cuerpo', pero igual le contesté que yo no ligo, que soy muy tímido y espero a que me den 'permiso' con la mirada o algo así para acercarme. Me pareció que algunas lo interpretaron como soberbia de mi parte...


Gael: Mi transformación en mujer fue muy demandante y trabajé mucho. Tres meses antes de empezar a filmar tuve que ponerme a trabajar en Zahara. Me puse a mirar en detalle a cada mujer con la que me cruzaba. Especialmente las manos, creo que ahí está el secreto. Trabajé con un entrenador que me enseñó cómo caminar porque el estilo de Zahara es bastante exagerado.
Yo: Estuve apenas una hora probándome prendas y otra más en sesión de maquillaje con Marianna, que es una profesional en el tema. Me criticaron mucho la forma en que caminé, pues lo hacía con las piernas separadas.

Gael: Lo más complicado: las cuatro horas de maquillaje y esas tangas que usan. No sé como soportan algo así.
Yo: Antes, no entendía cómo a las mujeres no les entraba un viento por el culo y las resfriaba, teniendo en cuenta de que usan 'esas' tangas; pero ahora sé que el frío es subjetivo (pregúntenle a un loco de la calle) y que si eres el centro de atracción y te están mirando, ¡pues no sientes frío!

Esa noche del burlesque, me estaba sintiendo orgulloso y la estrella de la noche por estar tan guapa, pero todo ello se hizo humo cuando Rikka y Silvia entraron a bailar, quienes son unas bailarinas que, aparte de hacerlo muy bien, son bellísimos ejemplares del sexo femenino... Me hicieron sentir tan fea, barrigona y tosca... ¡Qué jodido había sido ser mujer! Brujas...


Francisco Estrada. Barcelona, 6 de febrero de 2012

4 comentarios:

Lau dijo...

Menos palabrería y más fotos, guapa!!! ; )

(pero de ti, no de ellos!!!)

Unknown dijo...

:) están por ahí perdidas en un álbum virtual..

Lau dijo...

Buscarelas...

Unknown dijo...

no las encontrarás... son de un contacto que tú no tienes... (escribir mail si quieres verlas)